martes, marzo 21, 2006

Sancho Polo II. El desenlace.


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LA GRAN CIENCIA, junto con El cuarto poder y Moneda falsa son las novelas que continúan las andanzas por la vida de Juanito Quiñones iniciadas en La bola. Emilio Rabasa, su autor, procuró una mayor unidad en estas obras, donde La bola viene a ser un un prólogo para esta trilogía.

La gran ciencia se ocupa de la vida de Quiñones en la capital del estado, donde consigue un empleo como escribano del secretario particular del gobernador Viqueiras, Miguel, de quienes aprenderá la gran ciencia de la política. No una política al modo aristotélico, sino una versión nacional, en el arte del trastupije, el arreglo subterráneo, la conspiración y el juego de intereses.

No son ellos sus únicos tutores. En la casa de huéspedes donde se aloja conoce a Pepe Rojo, eterno estudiante de derecho, alter ego ideal de Rabasa o de Sancho Polo, con quien iniciará una larga amistad. Proviniciano y sin malicia, Quiñones carece de perspicacia. Es incapaz de comprender la maledicencia y dobles o triples juegos que, en aras de beneficios y prebendas, cada uno de los personajes con quienes se relaciona establece en el juego de las ambiciones sociales y políticas que detallan la anécdota.

Por su lado, Mateo Cabezudo ha llegado a la cabecera del estado y ha ascendido en la jerarquía militar y política. Convertido en diputado intriga junto con el gobernador y con su rival Pérez Gavilán para sacar ventajas de la siempre inestable política nacional al borde de un descalabro. Miguel no se queda atrás. A su vez, Miguel ha conocido a Remedios y está enamorado de ella.

Ajena a esas circunstancias, Remedios sólo tiene ojos para Juanito Quiñones, quien inseguro y acomplejado, trata a toda costa --y sin medir consecuencias-- tener el campo libre para lograr mantener a Remedios cerca de su corazón. Desconfiado e ingenuo, Quiñones tarda demasiado en comprender que la esposa del gobernador está de su lado porque le interesa que su hija Candelaria case con Miguel.

Cegado por los celos, Quiñones se convierte en el títere de cada uno de estos personajes y complica las situaciones justificándose en su delirio y pasión amorosa, al punto de que debe huir de la capital ayudado por Rojo llevándose en el alma la amargura de su imposible relación con Remedios, su sed de venganza contra los impedimentos que le ha puesto Cabezudo y el intento de asesinato de Miguel junto con su desprecio por la política a la mexicana.

Cualquier lector sensato pensaría que Juanito madurará con las experiencias vividas y aprovechará su natural inteligencia y capacidad de aprendizaje para ordenar su vida. Sin embargo, su mala situación económica, su ansia por Remedios, y su constante desprecio por todo aquello que no refleja las costumbres de San Martín de las Piedras --donde en la debida y menor proporción había visto que el mundo de ambiciones y conveniencias era semejante--, ofusca su capacidad de análisis. Juan incluso llega a afirmar que depende de la presencia de Remedios para ser un buen hombre, aunque conserva algunos pruritos.

Entre ellos está el deseo de sobresalir para ser valorado por Remedios, lo que lo inclina a cierta fatuidad y ansia de ser notado. Su mayor virtud es la honradez; sin embargo, no se ha convertido en un asesino solamente porque su torpeza lo ha impedido. Poco a poco en El cuarto poder descubrimos estas debilidades del alma de Quiñones.

El cuarto poder y Moneda falsa ocurren en la Ciudad de México. Juan ha llegado a una ciudad donde debe sobrevivir a base de préstamos y empeños. Se encuentra con dos viejos conocidos: Sabás Carrasco, su paisano de San Martín, convertido en gacetillero de un periódico, y con Pepe Rojo, que insiste en continuar sus estudios y en mantener una deferente distancia con el destello de oropel de la capital del país y su gente. Sabás convence a ambos de vender la pluma por un salario de cinco pesos en un diario gobiernista que se transformará, en poco tiempo en uno antigobiernista El Cuarto Poder.

Para Juan el periódico es su tabla de salvación: hacerse periodista le puede dar la fama que el necesita para llegar hasta la inalcanzable Remedios. Felicia, la joven sirvienta que él ha colocado con los Llamas --antiguos amigos de su padre en el terruño-- viven ahora en la capital, lo que lo mantiene al tanto del inminente arribo y residencia del diputado federal y general Mateo Cabezudo.

Mas Quiñones no para en celos y en vanidad. Le bastan un par de elogios para sentir que su pluma ha alcanzado la fama. Y si bien, lee y estudia en su afán de escribir correcta y ejemplarmente, su prosa sólo muestra una amargura y una hiel en constante aumento y grandilocuencia. Su reconocimiento llega, mas a la par de su capacidad de escándalo, desprecio y creciente amarillismo. Por cuestiones políticas y económica, El Cuarto poder, debe reconvertirse nuevamente en periódico gobiernista; aunque es tal el prestigio de Juan que a trasmano, Albores --el dueño del diario-- le ofrece patrocinar El Censor, que logrará un gran éxito gracias a la violencia verbal de Quiñones y un asociado: Claveque.

En tanto, el ascenso político de Cabezón --apoyado por un cabildero llamado Bueso-- es vertiginoso. El ahora General ha alcanzado el mayor grado y apunta para Ministro de la Guerra. Ha gastado una fortuna promoviéndose en la prensa, en sociedad, en las relaciones políticas. Y si bien en ocasiones Juan avista a Remedios o mantiene noticia de ella por Felicia, la cree inalcanzable porque es ahora una dama de coche, joyas, vestidos e invitaciones de sociedad. En secreta venganza Juanito enamora a una vecina de la casa de huéspedes, Jacinta Barbadillo, a quien incluso llega a prometer matrimonio.

El cuarto poder finaliza con una escena donde Felicia consigue que Remedios se entreviste con Juan, y caiga éste en la cuenta de que su pasión por la Barbadillo es insana. Pero una siguiente entrevista es interrumpida por Jacinta. Ella relata sus amoríos con Quiñones. Remedios desfallece. Y Juan sabe que la ha perdido.

Será Pepe Rojo, al inicio de Moneda Falsa, quien le pida cordura a Quiñones, lo cual es difícil cuando este se deja llevar tan fácilmente por la cólera y la adulación en la que vive envuelto. Ha logrado que la circulación de El Censor vaya en constante aumento. El abandono de Remedios lo ha hundido en una total misantropía y en una pérdida casi absoluta de sus principios. Vive para odiar, para lamentarse del infortunio amoroso en su interior y para dejarse perder en ocasiones por el alcohol, el baile y los escarceos con fáciles conquistas. Poco tiene que ver este personaje con el soñador de La bola.

Rabasa da una lección cuyas enseñanzas permanecen: la opinión pública, así como los tres poderes establecen su propia dialéctica: gobierno y desgobierno. Una falla en el equilibrio de este juego rompe el orden social. Los gacetilleros tienen que venderse: callar o escribir. Los políticos establecer acuerdos: como mantenerese a resguardo del tiroteo de los gacetilleros: robar para ser chantajeados. El pueblo gusta del circo, de otro modo organiza una rebatinga donde el juego se organiza. El engranaje debe funcionar a la perfección. Es un juego de apuestas piramidales.

Puede haber en la tetralogía de Rabasa cierta ingenuidad técnica; hay --ciertamente-- huecos en la estructura conforme a la exigencia de un moderno lector. La anécdota es impecable pese a ciertas repeticiones de las circunstancias: retos, juergas, tránsitos nocturnos; escenas meramente costumbristas para una ambientación débil; atmósferas donde el cliché --sea de emociones o de descripciones-- debilita la tensión narrativa; cierto abuso de escenas de encuentros y desencuentros algunas teatrales, otras afortunadas. Más la historia de Juan es una muestra de una situación endémica de las enfermedades de la República: son los audaces y sisn principios los que aprovechándose del fácil olvido, del egocentrismo de cada una de las ovejas de la borregada medran.

Juan y su periódico son útiles hasta un momento límite: cuando la franca disputa que tiene en las páginas de El Censor con Cabezón llevan al joven enamorado a su propia pérdida: Cabezón ha gastado su fortuna pagando su publicidad para el puesto que anhela y desmintiendo las historias que Quiñones publica contra él o manipulando a Claveque y comprándolo. Los antagonistas quedan anulados en este duelo de vanidades: el poder y la fama, ambición de cada uno de ellos, les son ajenos.

En perspectiva hay una pérdida adicional para Juan: Cabezón ha pedido la mano de Felicia y ella ha aceptado. En el colmo de la autocompasión, y como cima de su vocación autodestructiva Quiñones promete robarse a Jacinta. Durante los preparativos comprende que tanto Claveque como otros de sus colegas lo han traicionado: se han vendido y manipulan la verdad. Pero en su obcecación está dispuesto a enlodarse por completo. La noche del rapto de Jacinta, Felicia lo detiene a voces: Remedios agoniza. Quiñones recapacita y abandona a la Barbadillo por ir a despedir el alma de Remedios.

Los últimos capítulos de Moneda falsa son un homenaje a la redención por el amor. Pocos de los personajes la merecían. Sin embargo, lo mejor de ellos mismos sale a flote durante la agonía de Remedios y el final desenlace. Rabasa resuelve con pulcritud la obra.

Para la mirada soberbia de un lector del siglo XXI la historia puede parecer un libro inocente o prescindible. Para quien deseé comprender muchas motivaciones de nuestro caracter y comportamiento, los cuatro volúmenes de esta obra seguirán siendo un documento valioso, perdurable y lleno de matices abiertos a numerosas reflexiones.