lunes, noviembre 19, 2007

Transformación alfabética nacional



A mediados de los 90, muchos en México eran Marcos. Ahora, dicen los medios, somos narcos.

domingo, octubre 21, 2007

Breve y bueno



CUANDO TRANSCRIBO POEMAS, lo cual es un delicioso ejercicio, he notado con frecuencia un condicionamiento de la cuartilla en blanco: muchos poetas contemporáneos se ajustan a la página, consciente o inconscientemente. Lo cual no pasa de ser un dato curioso, que ni siquiera apoya la estadística.

Verso libre y verso blanco o formas rítmicas el poema alcanza una expresión siempre diversa cuya referencias pueden ser numerosas sea por la sensación, sea por la descripción, el juego de imágenes y símbolos, la representación del mundo, la suma de una experiencia de vida o de un mero acto, etc.

En Silencios, Iván Trejo, o Raúl Iván Trejo decide que el poema puede ser diverso asunto, mas siempre breve. Relámpago o epifanía, el poema es para decirse, para ser atrapado y cantarse. También, un espejo del deseo y de la pasión de la carne pasajera; una definición del tiempo entre la ausencia o la presencia de una entidad extrañada; beso y estremecimiento; o fragmento de una mujer; en tanto el silencio es imagen de la muerte, o nada.

A partir de tales percepciones, que en Silencios son iluminaciones, la poesía de Trejo se vuelve reflexiva, la palabra es instrumento de milagros y/o palanca para lo imposible; de ahí que en ocasiones el silencio tome la forma también del fuego amatorio compartido o se mude en eje del tiempo, suma de soledades y a veces sea el medio a través del cual se contemplan callados extremos impronunciados del mundo:

XV

Tu nombre

tallado en el pino

el tule

el abedul

sólo tu nombre

cerrando mis ojos.

Momento que alcanza el poeta a percibir en otros espacios de la naturaleza: sucede así también con la visión de una urraca y su “invisible canto”. Visiones tales podrían tener una explicación en la necesidad de recurrir a la poesía para hacer un registro de aquello que en la soledad, en los ocasos ardientes, transforma al hombre de todos los días en un obsesivo perseguidor del poema.

Trejo gusta por momentos del abandono de la brevedad: esto sucede al romperse el silencio de las cosas: cuando acecha alguna amenaza. Mas no ignora que, ante el peligro, lo mejor es soportarlo estoicamente, sin queja, lamento o grito. En contraste, hay momentos secretos donde el mundo propio, íntimo, padece —como inmerso en una dimensión ajena—: acude a la experiencia e infiere así que pronto salvará el escollo, ya que tales hechos son rito de paso o parte de un necesario ciclo en la vida de todo hombre.

Con ello, se observa cómo a partir de los silencios se ha ido formulando una propia definición de la naturaleza del escritor, totalmente visible, mas sin fácil perspectiva de no existir un principio ordenador: la sucesión númerica en la que ha basado el poeta la construcción de su obra. Silencios, en principio, no es un libro para leerse desordenadamente, bajo riesgo de perder la clave del volumen, su evolución y proceso.

Veamos por ejemplo: ¿Qué ocurre ante la contemplación de la muerte? ¿Qué ve el poeta en ese territorio de los inmensos silencios?:

XXIV

La buena muerte

da besos que no despiertan.

Cada límite le permite fijar una serie de símbolos que marcan el juego de su alegoría, donde la urraca, la niebla y la oscuridad son puerto último del amor (porque el poeta se asume también en ocasiones como oscuridad).

Por ello, al término de la primera mitad del conjunto de poemas, Trejo hace un paréntesis, donde confiesa que el trabajo poético es como la obra de la urraca. La concisión de la imagen es espléndida (Trejo, Silencios, XXXIII). Los poemas siguientes dan cuenta de esa conciencia del creador en relación con los demás oficiantes de la poesía. Y cabe notar en el poema XXXVI un guiño orgulloso para aquel poeta heterónimo de Borges que, en “Museo”, ‘declara su nombradía’.

De

nadie

ha

sido

suyo

este

silencio

mío.

Estas reflexiones las interrumpe la ruptura amorosa: intempestiva. Así el ser que deja de ser, sin morir, puede incluso contemplar su agonía —sin límite— desde la otredad. Cumplido el hecho, separados los amantes, el poeta ha regresado a las sombras, al silencio. Es nadie, nada.

Largos son el dolor y las formas del recuerdo, hasta que un acompañante, velada representación de la Poesía, se manifiesta ante él, con extraño aspecto, ‘jugando con las patas de los grillos’ y un nuevo horizonte se manifiesta. Es el nacimiento de otro ciclo. Es una vuelta a un nuevo silencio.

Trejo, comprendemos, es un poeta que dice y calla. Deja al lector compartir el placer de la epífanía a un lado del creador y logra en la brevedad la invocación de un mundo donde el silencio y la luz ordenan en el atanor oscuro del alma de la palabra los temas de la poesía que a lo largo de toda tradición hacen a los hombres recordar que poseen una trascendencia más allá de los meros actos cotidianos. Quien llegue a las páginas de Silencios observe callado y respetuoso el canto que cada verso del poeta hace nacer en su corazón.




miércoles, septiembre 05, 2007

Breve observación

En las oficinas públicas, la vida rebosa tiempos muertos.

domingo, enero 14, 2007

Un antecedente del Pedro Páramo de Rulfo

COMO SUCEDE EN LA VIDA CON FRECUENCIA, llegué a la prosa de Richard Middleton (1882-1911)por azar, por mi afición a las historias de fantasmas que pueblan buena parte de la literatura inglesa del XIX.

Desde Los piratas fantasmas y la lectura de William Hope Hodgson --cuya lectura me descubrió una novela extraordinaria, La casa en el confín de la tierra--, tenía nostalgia de un tono semejante. No me detendré en ciertos paralelismos en las vidas tempranamente truncadas de ambos escritores, Hope H. y Middleton, ni en sus diferencias y afinidades. Cualquier lector de sus obras podrá hacerlo con facilidad.

La edición de Valdemar de El buque fantasma tenía más de un año en la fila de los libros pendientes en mi escritorio; y lo comencé a leer por el prólogo sin tomar muy en cuenta los comentarios de Arthur Machen a su respecto.

El criterio de selección de títulos de la colección El club de Diógenes es simple: rescata obras clásicas libres de derechos, las traduce correctamente y pone al alcance títulos que de otra forma habría que rescatar de los e-textos del Proyecto Gutenberg --cuando están en inglés, como sucede con RM-- o de alguna otra fuente (impresa o electrónica). Las ediciones están en papel crema, cosido, pegado en 1/16 (formato de bolsillo) y cubiertas de cartulina ilustradas en selección de color con obras de arte de época. Distribuye con amplitud, y si un texto se agota debe uno esperar ansioso la reedición. Un modelo perfecto para un mercado que se renueva con rapidez: los jóvenes lectores.

Middleton resultó ser un autor de contrastes. Combina varios tonos: uno intimista, más próximo al ensayo biográfico de ficción o al sociológico de un mundo paralelo al de los desposeídos de Charles Dickens; y el del imaginario literario --semejante al de Marcel Schwob. En tal medida, mi expectativa de la ficción en el volumen no quedo del todo satisfecha, ya que en conjunto el volumen hace una antología de las diversas facetas creativas del autor.

Realmente es en la fantasía donde radica la fuerza narrativa de Middleton: logra una altura poco común en el manejo de tonos poco explorados: "El buque fantasma" es un relato extraordinario, posterior a La ville-vampire (La ciudad vampírica), 1875, de Paul Féval --cuya obra no ha sido revalorada-- que logra un tono humorístico, parteaguas en la literatura fantástica. Middleton, con recursos propios de la gran narrativa inglesa (Sterne, Thackeray, Stevenson) escribe una historia conmovedora por su tratamiento: la invasión de un pueblo alejado del mar, donde desembarca un barco lleno de piratas fantasmas y su fugaz relación con los habitantes --vivos y muertos-- del lugar. Escrita con un balance perfecto en ritmo, atmósfera y peripecia la historia alcanza su desenlace con exactitud. No extraña que este relato sea considerado ejemplar para el género.

Mas la narración que motiva el título de esta reflexión es "En el camino de Brighton", cuento donde se describe el encuentro de dos viajeros --un par de vagabundos-- cuya estación final es incierta en todos sentidos. Middleton los presenta a través del diálogo sin mayor retórica, cuidando sólo marcar las diferencias entre ambos hasta el desenlace. Su breve separación y su encuentro final hacen de la historia un texto impecable. La intriga en torno a cada uno se dispa sin objeciones al final del relato. Este es su valor.




Cuando se lee de joven a Pedro Páramo, sin tener una mayor información respecto al texto de Juan Rulfo, tal vez uno de los momentos más sorpresivos sea el de la introducción al momento de releerla al terminar la lectura de la novela: la transición del mundo de los vivos al de los muertos carece de un momento definido. ¿Proviene el arriero de la Media Luna? ¿Es un habitante de Comala? ¿O simplemente ha sido alguien como Juan Preciado?

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"--¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?

--Comala, señor.

--¿Está seguro de que ya es Comala?

--Seguro, señor.

--¿ Y por qué se ve esto tan triste?

--Son los tiempos, señor. [...]

--Sea usted quien sea, se alegrará de verlo.


En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más adelante, la más remota lejanía.

--¿Y qué trazas tiene su padre, si se puede saber?

--No lo conozco --le dije--. Sólo sé que se llama Pedro Páramo.

--¡Ah!, vaya.

--Sí, así me dijeron que se llamaba.

Oí otra vez el "¡ah!" del arriero.

Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.

--¿A dónde va usted? --le pregunté.

--Voy para abajo, señor.

--¿Conoce un lugar llamado Comala?

--Para allá mismo voy.

Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso, hasta que pareció darse cuenta de que lo seguía disminuyó la prisa de su carrera. Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos los hombros.

--Yo también soy hijo de Pedro Páramo --me dijo. [...]

--¿Qué dice usted ?

--Que ya estamos llegando, señor.

--Sí, ya lo veo. ¿Qué pasó por aquí?

--Un correcaminos, señor. Así les nombran a esos pájaros.

--No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie.

--No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie.

--¿Y Pedro Páramo?

--Pedro Páramo murió hace muchos años.

Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aun las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.

Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer a esta misma hora. Y había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. Volaban y caían sobre los tejados, mientras los gritos de los niños revoloteaban y parecían teñirse de azul en el cielo del atardecer.

Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos...".
(Pedro Páramo, pp. 8 - 11)


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Vayamos ahora a Brighton y veamos una semejante conversación:

"Are you on the road, guv'nor?" asked the boy huskily as he passed.

"I think I am," the tramp said.

"Oh! then I'll come a bit of the way with you if you don't walk too
fast. It's bit lonesome walking this time of day."

The tramp nodded his head, and the boy started limping along by his side.

"I'm eighteen," he said casually. "I bet you thought I was younger."

"Fifteen, I'd have said."

"You'd have backed a loser. Eighteen last August, and I've been on the road six years. I ran away from home five times when I was a little 'un, and the police took me back each time. Very good to me,the police was. Now I haven't got a home to run away from."

"Nor have I," the tramp said calmly.

"Oh, I can see what you are," the boy panted; "you're a gentleman come down. It's harder for you than for me." The tramp glanced at the limping, feeble figure and lessened his pace.

"I haven't been at it as long as you have," he admitted.

"No, I could tell that by the way you walk. You haven't got tired yet. Perhaps you expect something at the other end?"

The tramp reflected for a moment. "I don't know," he said bitterly, "I'm always expecting things."

"You'll grow out of that;" the boy commented. "It's warmer in London, but it's harder to come by grub. There isn't much in it really."

"Still, there's the chance of meeting somebody there who will understand--" [...]

"I tell you," the boy said hoarsely, "people like us can't get away from this sort of thing if we want to. Always hungry and thirsty and dog-tired and walking all the while. And yet if anyone offers me a nice home and work my stomach feels sick. Do I look strong? I know I'm little for my age, but I've been knocking about like this for six years, and do you think I'm not dead? I was drowned bathing at Margate, and I was killed by a gypsy with a spike; he knocked my head and yet I'm walking along here now, walking to London to walk away from it again, because I can't help it. Dead! I tell you we can't get away if we want to...".
("On the road to Brighton").
Y con el contraste de estos dos textos podemos darnos idea que las obsesiones de dos escritores de tiempos y lugares poco relacionados entre sí muestran una coincidencia en su perspectiva, temática y puntos de vista. Semejanzas que se desvían cuando sabemos que Rulfo (1917-86), en su silencio, llegó a sobrevivir más tiempo a su desilusión del mundo que Middleton, cansado y desilusionado de la existencia, quien prefirió morir por voluntad propia antes de cumplir 30 años, en lugar de dar a la vida una oportunidad de sorprenderlo con un diferente golpe del destino.






sábado, enero 06, 2007

Código rojo

HAY LUGARES DONDE NO CONVIENE ENTRAR. Creo que eso es parte de la historia de Hansel y Gretel, más allá de la alegoría alrededor de la lucha por la supervivencia a través de una serie de trabajos, complicidad e ingenio que termina con un asesinato colectivo en defensa propia. Bello relato para niños.

Esta frase resume mi impresión alrededor del reciente libro de Federico Vite, Fisuras en el continente literario, publicado por el Fondo tierra adentro de Conaculta, colección de autores jóvenes que tiene un alcance nacional.

Fisuras en el continente literario es una novela contrastante de Vite: un guiño cómplice a libros iconoclastas de nuestra literatura, en el tono de Los juegos de René Avilés Fabila o Miedo a los animales de Enrique Serna. Contrastante en el sentido de que dos novelas inéditas de FV son por completo una recuperación de los tonos profundos del Faulkner de Mientras agonizo o Los muros de agua de José Revueltas. Iconoclastas en la medida que caricaturizan personajes de la vida artística o cultural de un medio o una época determinada.

La tradición a este respecto es frecuente: la han cumplido Sábato con Borges o Piazza con los enemigos de “la Mafia” de los sesenta, Reyes versus Abreu, o Alatriste con Novo y Reyes. O los poetas latinos entre sí, como en su momento Aristófanes con Sócrates; o las invectivas que se dieron entre creadores del Siglo de Oro en un discreto o escandaloso todos contra todos. Etcétera.

Vite centra su crítica en Octavio Paz, quien jamás publicó una novela. Fisuras en el continente literario es el relato de cómo “el primer Nobel mexicano de literatura”, se hace de una novela. La obra contrasta las vidas e idiosincrasias de un poeta transformado en comandante judicial, una inmigrante de Europa oriental, un forense provinciano, un Paz con una secretaria ingeniosa, y otra serie de personajes de diverso orden cuyas existencias son vistas más como peripecia que como experiencia.

Al fondo de la escena priva una sentencia, su código rojo: se sabe de sobra que no hay nada nuevo en la literatura. Hay quien atraviesa con facilidad la línea de la influencia por el plagio; hay quien no puede siquiera plagiar y roba. Y hay correctores de estilo.

Vite en esta ocasión no se preocupa mucho por la verosimilitud. Gusta, se divierte con su trama y quien acepte el juego pasará un buen rato con el libro. Para otros, podrá ser un libro insultante o excesivo. Entonces las bestias, relatos, Premio Salvador Gallardo 2005, mostraba un autor pulcro y minucioso: un estilista natural. Fisuras en el continente literario no es afín, sino en breves momentos, a la pulcritud de aquellos textos, mas se resuelve con habilidad.

¿Por qué el interés de sucitar polémica de esta manera? Lo ignoro. Vite debió darse tiempo para publicar primero sus dos buenas novelas y jugar después al enfant terrible. Si llegara a leer estas líneas le recomiendo releer a Hansel y Gretel.

lunes, enero 01, 2007

Escape de los Plomos

QUIZÁ EL LIBRO MÁS DELICIOSO DE ESTOS DÍAS haya sido La fuga de los Plomos de Giacomo Casanova, en una espléndida traducción de Ángel Crespo, el mismo que tradujo hace algunos años la Comedia del Dante.

Verdaderamente el libro se lee con placer: el estilo de Casanova es preciso y vertiginoso. Llaman la atención sus lecturas clásicas y su perspectiva de la escritura: extraña y admira la buena retórica de autores previos. Demuestra que es un alumno magnífico de los clásicos. Su detención y su encierro se detallan sin largas digresiones. Cada actitud de los esbirros, cada costumbre de la época está vista con una lente justa. El duelo de caracteres que mantiene en prisión con su verdugo, con los restantes celadores, y a la larga con los restantes presos posee la exactitud de una escena cinematográfica justa.

Acostumbrados en nuestra cultura a la imagen del don Juan, de manera equivocada la conciliamos a veces con Casanova. Actitud equívoca ya que el Caballero de Seingalt, como el gustó llamarse, tiene una mayor dimensión que el don Juan mítico que evocamos en nuestras mentes: Casanova es un hombre culto, un lector infatigable, un investigador de la filosofía natural y una personalidad al tanto de la ciencia y conocimiento de la época. Su ingenio no es necesariamente una vocación de seducción, sino una lección de supervivencia y habilidades en medio de un mundo escencialmente corrupto e hipócrita donde el se desliza con una mayor habilidad.

Crespo, por su parte, hace una traducción cuidadosa, donde los puntos oscuros en virtud del contexto de la época se aclaran a través de una serie de notas que enriquecen la lectura.

Esta selección inicia en el momento en que Casanova va a ser aprehendido y termina cuando se logra separar de su compañero de fuga y se dirige a París. Sin embargo, la obra es rica en interpolaciones, la peripecia introduce la historia de cada uno de los participantes en el mundo de Casanova, y recupera con lucidez los momentos de reflexión del Caballero de Seingalt durante su encierro. Hay ciertamente, situaciones hiperbólicas donde la resistencia y fortaleza del protagonista muestran una capacidad casi sobrehumana, mas están introducidos con cuidado de artista.

La tensión lograda en esta narración es ejemplar, concluyo. Un digno acercamiento a este personaje histórico es este breve volumen que podrá leerse y releerse con gusto en cada uno de sus capítulos.