domingo, diciembre 10, 2006

Los regalos de la semana


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SE PROMETE UNO leer y escribir respecto a lo que se lee y las cosas se complican sobremanera: no siempre queda libre un momento de reflexión para registrar en breves líneas aquello que uno desea registrar. Y si bien han llegado a mis manos libros de los que he querido dejar un apunte o incluso he llegado a redactar acerca de alguno unas palabras he ido postergando indefinidamente el momento de hacerlo.

Incluso con la facilidad de reproducir su aspecto, solamente y decir "hey, mira éste", esos pequeños momentos escapan sin explicación en incontables ocasiones. Sin embargo, esta vez doy largas a varias urgencias para reconocer el talento de Heinning Mankell, quien después de un largo ciclo dedicado a los actos de su investigador Kurt Wallander y un par de secuelas a cargo de su hija, abandona las depresivas oficinas policiales para referirse en El cerebro de Kennedy a una arquéloga que una tarde de otoño encuentra muerto a su hijo en su departamento de Estocolmo.

Si bien ella recibe el informe de la autopsia y le garantizan que lo más probable es que su hijo se envenenó con barbitúricos, no lo cree. No puede aceptar esa muerte. A partir de ello, la historia y la trama se complican. Su lógica, sus corazonadas y el deseo de averiguar cómo fueron los últimos días de su hijo la llevan hasta hipótesis complejas la obligan a reconstruir tanto su propia historia familiar, como la de su exmarido Aron, y a conocer a las mujeres que amaron a Henrik Cantor, su hijo.

Así, la historia de Louise se convierte en una novela de búsqueda, de profundidad sicológica, de contrastes entre lo que se conocía de las personas y lo que se descubre a partir de sus diversas maneras de ser ante los demás y ante sí mismos en el eje del tiempo, diacrónica, sincrónicamente; aunado a descubrimientos estremecedores acerca de la vida, de la enfermedad, de la presencia del europeo en África. Y un juicio acerca de nosotros mismos.

La trama implica que Louise se convierta en una viajera compulsiva, en una entrevistadora atenta, que renuncie a su mundo de la Argólida y se hunda en las tinieblas del dolor, la explotación y la muerte de las costas africanas. Y el conocimiento de mujeres magníficas como Lucinda, Blanca, Nazrin, en diversas latitudes del mundo. A la vez, El cerebro de Kennedy se construye sobre la base de los malabarismos del poder económico de las empresas de investigación y los experimentos en humanos, insinuando hipótesis que jamás han sido desechadas y llevándolas al extremo de lo evidente a través de una lúcida visión narrativa, descarnada, terrible.

Este libro es un viaje al abismo, al horror, a la impotencia de los seres humanos para enfrentarse a las empresas trasnacionales. Y un homenaje delicado hacia las mujeres de la tierra. Es también un documento respecto a las variantes y pérdidas del amor.

Mankell, al cerrar la historia aclara que escribió con profunda cólera el libro. Ciertos diálogos y el escepticismo ante la teoría del sucidio del hijo de Luise confirman su aserto. El colofón del libro avisa que fue concluido en 2005. Su aparición en librerías de México ha sido este mes.



Por otra parte, el regalo de Navidad para los maestros de la Escuela de escritores de SOGEM fue Parva natura de Eduardo Casar. El poemario de Casar tiene muchas virtudes, entre otras su claridad y su mirada donde descubre secretos mundos --o inéditos-- en los objetos, las relaciones y los momentos de la cotidianidad.

La primicia en La piel de Judas, la nueva colección de Plan C editores, fue recibida con emoción en la comida de fin de año. De hecho, fue una amable presentación --aún fuera de comercio-- del volumen.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo me he leido casi todo de Heinning Mankell, me encanta. Ahora estoy con Antes de que hiele, adonde se enfrentarán juntos Kurt Wallander y su hija, Linda. Pero la novela que más me ha gustado es Asesinos sin rostro (considerada la mejor historia policiaca del año por la Academia Sueca de Novela Negra y galardonada con el premio escandinavo Llave de Cristal).

Dejo un abrazo muy grande, que pases muy felices fiestas.